Ninguno de
nosotros se atrevería a decir que la Magia no es un Arte maravilloso, pero incluirla en el mundo del Arte es más
una “imposición ideológica” que una “realidad estadística”. De momento prioricemos nuestra pasión y
acordemos que lo es… pues bien, dentro de este mundo (en el que la incluimos) tiene
para mí una gran ventaja y una
gran desventaja por sobre otras manifestaciones artísticas.
La principal
desventaja que encuentro en la Magia es que: “No es un Arte popular”, es decir que (en líneas generales) el público
no está acostumbrado a verla, como si lo está (por ejemplo) a ver películas, es
por esto que la gente desarrolla un gusto
crítico por el Cine y no así por el Ilusionismo. Una persona ve a lo largo de su vida cientos… ¡miles de películas!, tal es así que no se contenta solo con decir “me
gusta o no”, es muy común escuchar
criticas especificas (diría técnicas) de una producción cinematográfica, tales
como: “efectos especiales,
sobreactuaciones, escenas inverosímiles, finales predecibles, incongruencias de
guión, etc.” En cambio es muy difícil que un profano pueda realizar una crítica
profunda de un espectáculo de magia, ya que (usualmente) no tiene un amplio margen
de comparación con otros espectáculos del género y además posee una ignorancia
total de las técnicas utilizadas.
Es por esto
que la principal ventaja que encuentro en la Magia es que: “No es un arte
popular”. La Magia busca crear
sensaciones, y estas sensaciones se basan principalmente en la sorpresa y el
asombro, básicamente en el desconocimiento por parte del público de lo que se
está haciendo y de lo que va a suceder. Este
desconocimiento posibilita y potencia la ejecución del efecto mágico, pero a la
vez produce algo más poderoso: “crea un
contexto sumamente favorable de actuación”. En la búsqueda del milagro, el Mago
tiene (a priori) las condiciones necesarias para que eso ocurra… con esto
quiero decir: “basta con que no se vea el secreto para que la magia ilusione”.
De este modo,
la ventaja y la desventaja de la Magia se configuran como una misma cosa, el saber
(quizás inconsciente) por parte del Mago, que su magia va a funcionar; que
basta con poner un estuche de naipes sobre la mesa, pedirle a un espectador que nombre uno, y sacar la baraja para mostrar
que el nombrado se encuentra invertido… alcanza y sobra para lograr el objetivo
de hacerle creer a alguien que acaba de ver un milagro. ¿Cuán malo tiene que ser un Mago para que quien
vea eso diga: “bahhh, no es tan bueno”?. ¡Es un puto milagro!, no hay chance
alguna de que no lo sea, solo dejaría de serlo si quien lo ejecuta enseña el
secreto (queriendo o no).
Esto, exime a
los Magos de profundizar en presentaciones o efectos novedosos, o sea de crear
algo personal, único e irrepetible. ¿Qué importa si hago la producción continua
de sal tal como la hacía Fred Kaps si nadie lo vio actuar? ¿Quién me va a
abuchear si utilizo la charla que venía en el libro o copio la puesta en escena que vi en el
video o robo la rutina que ese mago le robó a aquel otro mago?. ¡Nadie, a
ningún profano le va a importar! y es por esto que es tan común observar este comportamiento en el mundo de la Magia y
no así en el del Cine donde es más difícil robarse Psicosis o El
Ciudadano.
Quizás pronto la
cosa cambie, por ahí en un futuro los Espectáculos de Magia se conviertan en la
primera elección para una salida familiar,
y todos los profanos vean miles de
shows, y para entonces ningún Mago podrá copiar una rutina y salir impune. Pero la realidad hoy es otra, por suerte y
por desgracia hoy la magia funciona a pesar de todo esto, funciona por sí sola,
funciona a pesar del Mago.
La pregunta
que debemos hacernos entonces es ¿Dónde está el arte en la Magia si el 90 % de
lo que vemos es una copia, de una copia, de una fotocopia borrosa que alguien
sacó de un libro prestado? Y la respuesta que puedo atinar a dar es: En el otro
10 %. Porque existe ese porcentaje, porque hay una casta de Artistas en nuestra
Magia que pujan por mantenerla en el lugar que se merece, porque quieren
imponerse ideológicamente y brindarse enteros impregnando al efecto con su
mundo interior para que, a lo mejor, el público tenga un leve atisbo de sentir
que lo que está presenciando no solo es un milagro, sino que también (y por
sobre todo) es un hecho artístico.
En conclusión,
podríamos decir que la Magia es un Arte a priori, es un Arte en potencia, pero
de una fragilidad tal… que basta un solo inescrupuloso para convertirla en
una porquería; Y lo más triste es que
esa porquería ni siquiera será percibida por el público de ese modo; Y quizás
las únicas personas que tengan el derecho legitimo, incuestionable y ético de
decir que es una porquería es ese 10 % de Magos que exploran un mundo distinto;
Y probablemente poco le importará a esos Magos detenerse a analizar la
mediocridad ajena.
¿Cuál es
entonces el sentido de hacer este análisis subjetivo y autoritario? Lo más
probable es que no tenga sentido alguno, pero lo menos probable es quizás algún
lector (perteneciente al 90 %) haga una introspección personal que lo conduzca
a impregnar un poco de su alma en eso que brinda al público, para que cuando
llegue ese futuro lejano en el que la magia prácticamente domine el mundo de
las Artes, solo quede un 10 % de magos a los que el público pueda abuchear
cuando expliquen la “mezcla gallega”, “el estor-nudo” o presenten el “Ultramental”
como una baraja invisible que luego se materializa. Porque eso ya lo hizo otro
y queremos ver ¿Qué cosa personal tiene este artista para brindarnos?.
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